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Osiris

Antojo.

Cuando llega el fin de semana como. Se podría decir que tan sólo pasa una hora entre que como y cocino.
Creo que es una forma de almacenar grasas para la semana laboral, en la que apenas como nada y voy tirando del paso con ensaladas rápidas.

El último fin de semana tuve un antojo en forma de revelación.
Lo más lógico hubiera sido jamón ibérico, queso curado, sushi, merluza a la sal, orgía oriental...
Pero no fue eso. Fue más banal.
Tuve antojo de mortadela. De la de aceitunas.

Llevo toda la semana comiendo bocatas de mortadela, y cada crujiente bocado es como volver a la infancia. Cuando el plato era un frisbi y en la tele hacían la Arale y Bola de Drac. De fondo sonaban los aceleranos de la máquina de coser de mi madre, y en mi habitación había pósters de la Hobby Consolas.

Cada bocata revela un hecho que hacía mil que no recordaba. Mezclando nostalgia y tristeza a la vez. Fueron tiempos chungos. Pero eran míos.

Podría ser peor, podría gustarme el chopped.

Bona nit.

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