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Osiris

Papá.

- ¿Y por qué?
- No creo que lo entiedas, arde a resultas que el gas que había por allí empezó a calentarse tras colapsar al atraerse mútuamente.
- ¿Y por qué?
- Porque las cosas siempre se atraen unas a otras, como yo a la bici o tu madre a las zapaterías en rebajas.

Repentinamente se calló y se quedó mirando una de esas enormes hojas amarillentas de platanero que había debajo de sus piernas, que colgaban del banco.

- ¿Y yo a qué atraigo?
- ¿Tú? mmmm, no sé veamos... supongo que tú atraes a las otitis. Y a los mocos, ven aquí.

Le soné los mocos con un pañuelo de tela que hábilmente envolví sobre sí mismo y lo escondí en los recovecos de mi chaqueta.

- Mira, tu madre ya ha salido y no nos ha visto. Vamos por detrás y le cogemos del bolso...
- ¡Vale!
- Vale, ¿qué?
- Vale papa.
- Gracias.

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