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Osiris

Mi crisis de los 40

Mi crisis de los 40 llegó con algunos pocos años de retraso, pero llegó.

Afortunadamante, yo tenía un plan que seguí a rajatabla.
Primero me apunté al gimnasio. Levantar hierros siempre te da un plus en tu autoestima, y la lycra ajustada siempre me ha sentado bien.
Segundo, renové mi vestuario. Aparecieron camisas floreadas en verano, que dejaba generosamente desabrochadas.
Y tercero, me puse un pendiente molón en la oreja izquierda.
La moto de gran cilindrada la dejaba para los 50.

Me pasé el verano de 2025 luciendo mi nueva actitud. La gente se daba cuenta, yo me paseaba con el pecho insuflado de nueva vitalidad, y hasta creo que mis hijos se avergonzaban un poco menos de mi ante sus amigos.
Mi barba brotaba con fuerza y el pelo de la cabeza dejaba de clarear y mostraba vigor, a juego con mi estrenada rocosidad.
Mi estrecha cintura contrastaba con mis amplitud de hombros y mi espalda rectilínea.

Pero, amigo, la naturaleza te pone en tu sitio rápidamente.
Después de varios meses la oreja izquierda empezó a supurar y sangrar, así que, aconsejado, tuve que quitarme el pendiente. Ya no lucía como un madurito moderno y audaz.
El verano acabó y tuve que esconder las camisas.
La cintura volvió a ensancharse.

Empezó a llover en mi alma.
Mis hijos ya ni me miraban cuando iban con sus amigos.
Mi pelo empezó a flaquear.
Volví a mis camisetas sosas y tejanos anodinos.

Así que aquí estoy, mustio de nuevo, arrastrando los pies y esperando a la parca entre estertores.
Suerte que conservo el gimnasio, aunque el hombro parece que me duele un poco...

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