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Osiris

Gordo

- Niño, te estás poniendo más gordo, ¿eh?

Así, con esa frase muestra de su refinamiento y tacto, mi madre me confirmaba que, efectivamente, mi legendaria y celebrada apolínea figura estaba en franco retroceso.

Episodios paralelos, como el de notar que se habían estrechado extrañamente los pantalones cortos que desempolvé para recibir al preludio del verano, también apuntaban hacia la misma dirección y sentido.
Y es que algo debí sospechar cuando, al ser interrogado por la enfermera en el noble acto de donar sangre, ésta sonrió jocosamente al contestar yo "70 Kg" a su pregunta relativa al peso.

El caso es que debía acometer la empresa sin dilaciones, cogiendo el toro por los cuernos, con mi característico tesón y sin paños calientes, que ya somos personas adultas que se enfrentan a sus decisiones y consecuencias.
Me comprometí conmigo mismo a dejar de robar golosinas a los niños (golosinas que sus abuelas se empeñan en suministrar periódicamente, desoyendo mis súplicas), a extraer tiempo de mi magro esparcimiento para dedicarlo a ejercitarme, y a ayunar como es debido y aconsejado.

Pero claro, horas más tarde, al recoger los restos de la cena, no iba a tirar lo que se había dejado el chaval en el plato, ¿no?. Eso sería ir contra mis principios de no tirar comida.

El caso es que aquí sigo, almorzando un bocata de lomo embuchado con queso Edam. Preguntándome qué talla de neopreno debería comprar para ir a la playa este verano.

¿O qué otra cosa podría hacer?

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