Las margaritas son flores del campo (again)
Hace tiempo me compré unas margaritas.
Pero al poco tiempo murió fulminantemente, a pesar de haberle aplicado escrupulosamente los cuidados necesarios que hábilmente encontré en una web de jardinería que jamás pensé que visitaría. Me puso de mal humor.
Mi señora madre, que es muy apañá y salá, me vio apenado, y decidió sorprenderme dejándome una maceta enorme con margaritas en el centro de la mesa de mi casa.
Lamentablemente al poco las flores empezaron a secarse y temí que siguiera el mismo camino que su predecesora. Busqué otra página más seria, e incluso le pedí ayuda en un foro a una señora que parecía ser la madre del jardinero de Bricomanía.
Pero no sirvió de nada. Todas las flores se secaron, y con ellas gran parte de mi ánimo.
La planta perdió casi todas las hojas a pasos agigantados, y me resigné a verla palidecer cada mañana un poco más cuando acudía a saludarla, convencido que jamás volvería a verla verde iluminante.
Por el camino perdí además un cyclamen que me regalaron en unas Navidades y que me acompañaba desde que me independicé.
Pero hoy ha sido especial.
Hoy me he levantado para bicicletear por última vez en mis vacaciones y tímidamente escondida ha aparecido una nueva flor. La sonrisa me ha durado toda la mañana, y ahora la tengo al lado de la tele, para verla continuamente y seguir sonriendo.
Es tan pequeña y delicada como poco agraciada, pero a mí me encanta.
Es mi margarita, again.
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L_Y_R -